martes, 29 de septiembre de 2009

CAPITULO 1 . EL ENCUENTRO

Y Mi abuela dijo: "QUE SÓLO ESTÉ QUIEN SÓLO QUIERA VERSE"

Kaiman salió del bar y arrugó el cuello en su abrigo. El frío de las grandes ciudades es aún peor en los barrios olvidados, cuyos callejones dejan de dar miedo cuando no tienes nada que perder. Una voz rota entre toses le llega desde el lado oscuro de la calle. El mendigo tumbado en el suelo con aspecto enfermo le miró altivo y le rechazó un par de euros.

- No necesito dinero. Tengo todo lo que quiero.

Kaiman sonrió y se ofreció llevarle a un hospital. Ambos saben que se está muriendo.

- No quiero morir en un hospital. Pero me puedes hacer compañía.

No le importa morir en la calle, pero no quiere morir sólo!

Le sorprende la petición y piensa que el mendigo delira (quizás el alcohol, drogas o a saber que…le proporcionan cierta lucidez que enturbia la mente). Ya se ha acostumbrado a la tenue luz del callejón. Le observa. Le estudia. A pesar de tener pinta de mendigo no esta tan sucio ni huele a alcohol y parece recién afeitado y el pelo bien cortado. Además tiene aspecto de estar bien alimentado. Kaiman se debate entre no respetar su petición u otorgar un último deseo a un moribundo. Al final, accede. Se queda con él toda la noche charlando y animándole. A lo largo de la charla se da cuenta de la excelente persona que es el mendigo y llega a sentir algo parecido al respeto, eso que sólo a veces somos capaces de conseguir cuando vencemos la superioridad de la lástima. Se da cuenta de que le aprecia. Cuando llegue el momento Kaiman sabe que va a sentir no haber conocido al mendigo en otras circunstancias.

Antes de morir el mendigo agradece a Kaiman que se quedara con él y le explica lo mucho que este gesto significa, pero que tiene que hacer una última petición.

- Cuando muera quiero que me quites los pantalones y te los quedes.

Kaiman se queda horrorizado. ¿Qué es esto? Después de una noche conociendo al mendigo estaba dispuesto a aceptar casi cualquier petición, pero esto le sobrepasaba.

- Debes hacerlo. No son unos vaqueros normales.

Tras un incomodo silencio que hace a Kaiman retomar la teoría de las drogas el extraño personaje insiste:

- Están sucios y rotos, pero son más de lo que parecen. Una bendición y a la vez, una condena. Con ellos podrás tener lo que quieras aunque nuca podrás disfrutarlo. Como otros antes que yo es mi deber dárselos a otra persona para que continúe usándolos. Quédatelos. Es mi última petición. Respétala. Pero recuerda, para tenerlo todo no debes tener nada. El misterio que encierran estos pantalones sólo funciona si abandonas tu vida y tus posesiones. Sólo así funcionan.

Y murió. Kaiman tiene que superar su tristeza y sus recelos ante esta petición, y con muchas dudas, cumple y le quita los vaqueros alguien que parecía un mendigo, que ni conoce y que está tirado, muerto en un callejón. Pensó mientras lo hacía: “ahora sí que he tocado fondo”.

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